sábado, 2 de febrero de 2013

Batalla de elementos. Antonio Miguel Díaz Sequera



Es tan grande el dolor, y tan grande la soledad que ni la misma muerte puede actuar como milagro, ni la vida como maldición. Un millón de agujas apuñalan mi corazón, como si de un juego se tratase en el que yo soy la víctima y tú mi perdición. Caigo muerto en la noche al escuchar el susurro que me avisa de que has llegado. Tan rápido como un rayo en mi cabeza comienzas a acechar.

Ahí estás, la locura que me tortura sin remordimiento, sin descanso alguno; de día vas y de noche vienes. Como si se tratara de fuego y agua, nos enlazamos en una batalla de elementos. A veces ganas tú, a veces gano yo. Es en ese momento en el que me doy cuenta de que todo se debe al azar. Una simple moneda, o cara, o cruz. Descubro  en unos instantes que la única forma de acabar con el juego es llegar a la casilla del final, es decir, enfrentarme a la realidad.

Llega la luz del día y me preparo de nuevo para continuar la batalla. Esta es mi guerra diaria contra la vida, quién sabe, de un secreto se podría tratar, tan oscuro y oculto como el color más negro que se pueda imaginar, un recuerdo que quieras descartar. Me pongo a pensar y mi mente decide que ni la vida es un milagro, ni la muerte una maldición. Una necesita a la otra, y la otra a la una. ¿Qué es el color blanco sin el negro, o qué es el mar sin su color añil? Y ahora, mi pregunta es: ¿qué soy yo sin ti, y que serás tú sin mí?

No hay comentarios:

Publicar un comentario